sábado, 3 de enero de 2009

ACTO II: LA IMPREVISIBILIDAD DE LOS ACONTECIMIENTOS.

Se te hace bastante raro pasar un fin de año en camiseta corta y pasando calor. Esto mismo pensaba yo mientras miraba la playa desde el balcón de mi habitación del hotel. Era 31 de Diciembre, y mis amigos y yo pasábamos la última tarde del año haciendo un poco de tiempo antes de empezar a arreglarnos para la fiesta. Ellos seguían absortos, mirando aquel partido irrelevante del Calcio por la RAI, uno de los pocos canales europeos que podían sintonizarse allí.
En ese momento sonó la puerta y uno de mis amigos se acercó a abrir. Eras tú por supuesto, aún puedo recordar vividamente aquel pareo que dejaba entrever tu figura. Venías dando masajes gratis, “se la ve venir” pensaba yo para mis adentros, aunque siempre te queda esa duda de si realmente son así o es que están locas porque le digas algo, ese eterno miedo al fracaso, al ridículo, que tan nervioso me ponía en aquella situación.
Ni que decir tiene que mis amigos se compincharon para que fuera a mi al que me diera el primer masaje. Al principio estaba muy nervioso, y luego casi me quedo dormido. Sus dedos se paseaban por mi espalda con tanta delicadeza, casi con tanto cariño, que me daban ganas de volverme y abrazarla con todo mi cuerpo. Pero claro, con toda la tropa delante no quedaba sino hacerse el macho y aguantar. Tampoco me hubiese atrevido de igual modo.
-Chicos, se me hace tarde. Nos tenemos que empezar a arreglar para la fiesta del fin de año, ¡ahora nos vemos!
Y se fue para su habitación. Qué tonto había sido, no podía seguir desperdiciando aquellas “potenciales oportunidades” que me brindaba la providencia, y decidí, por primera vez en todo este tiempo, dejar de mirar la vida pasar y actuar a mi modo sin pensar en las consecuencias; esto no iba a quedar así.
Me vestí rápido y me fui para la 504. Tengo que confesar que vacilé un instante antes de llamar a la puerta, me armé de valor y la golpeé con decisión. Y justo en ese momento me di cuenta que no había planificado que le iba a decir ni como actuar. “Mejor, es precisamente lo que necesito”.
-¿Quién es? (menos mal que contestaba ella)
-El Cordobés (allí no existían los nombres propios)
-Pero, ¿vienes sólo? (me gustaba la pregunta)
-Sí, vengo yo sólo
En ese momento se abrió la puerta, en la vida se me va a olvidar aquel cuerpecillo de apenas uno sesenta en ropa interior y sonriéndome.
-Es queee, aún nos estamos arreglando, mis amigas se están duch…
No hizo falta decir más, me quedé mirándola fijamente y nos besamos, lo recuerdo como algo tan intenso que no sabía bien si me gustaba o en el fondo me repugnaba, asquerosamente delicioso se podría decir. La cogí en brazos y me la llevé a su habitación, ya no era tiempo de ponerse a vacilar. Ella me quitó la ropa, nos abrazamos y nos tiramos en la cama, hasta ella misma fue la que me puso el preservativo, en un gesto casi maternal, se podría decir. Lo que más me ponía era besarla en el cuello y las orejas y oírla jadear tiempo después. El sexo también es bastante parecido a besarse, aunque de una mayor intensidad, mucho más asquerosamente delicioso que un beso. Es algo precioso pero animalesco (que dirían los italianos) en cierto modo, salvaje. Dos cuerpos el uno contra el otro, una y otra y otra vez, jadeando, gritando, derramándose.
Tras la tempestad siempre llega la calma, es el momento en que no se piensa en nada y pocas ganas tienes de hacer otra cosa que no sea dormir. En ese momento, me vino a la mente aquella "apuesta" que hicimos mis amigos y yo de llevarse a la cama a alguien antes de que acabara el año. Recuerdo que ni siquiera me planteé el objetivo de lograrla, parece ser que cuando menos te importa un objetivo más sobrado vas y más posiblidades tienes de lograrlo, ironías del destino. En estas andaba yo cavilando cuando una de sus compañeras de habitación entró completamente desnuda en nuestro cuarto. No, no era una equivocación, era imposible que no nos hubiera estado oyendo, juraría que todo el hotel lo había hecho. Sin mediar palabra, se tumbó entre nosotros y se empezó a besar con ella. “La típica culo veo culo quiero” pensé yo nada más conocerla haría unos días, y que poco me equivoqué.

2 comentarios:

Gonzalo Varo Ortega dijo...

Es incluso más interesante cuando uno sabe qué parte es realidad y qué parte ficción....y seguro que no sé toda la historia de lo que ocurrió realmente...

Anónimo dijo...

madre mia...jajaja pos ya sabes mas que yo, yo lo único que sé que es ficción es que no era fin de año XD espero que algún dia si te apetece me cuentes que parte es verdad y cual no ya por curiosidad que la historia me ha enganchado más que cualquier libro; me encanta!! espero impaciente el 3er acto XD jajaja