lunes, 19 de enero de 2009

ACTO III: TODO VOLVERÁ A SER COMO ANTES

Las mujeres tienen asumida su sexualidad de una manera completamente diferente a la de los hombres, ya desde niñas tienen la costumbre de ir agarradas de la mano, de abrazarse y besarse y aunque no de manera sexual, todo ese trasfondo queda y aflora en la pubertad. Estos eran mis pensamientos mientras me limitaba a observar como tu y tu amiga os rozabais y tocabais. De pronto tu amiga comenzó a masturbarme, como invitándome a unirme a la fiesta. En honor a la verdad, yo ya había tenido suficiente pero pensé en que no sabía cuando volvería a verme en una como estas y decidí seguir el juego.
Un trío es algo bastante diferente, es complicado abarcar 2 cuerpos y darles lo que necesitan; digamos que aquello me venía grande y estaba más tiempo pensando en que no se me notase demasiado que en otra cosa. Tu amiga estaba bastante desbocada, como ajena a su voluntad y he de confesar que me aproveché de eso. Estando de pie, la cogí del hombro y la agaché, ella se abrió un poco de piernas y yo aproveché para agarrar sus nalgas con ambas manos y penetrarla allá por donde la espalda pierde su casto nombre. Al principio costó bastante pero luego fue como la seda. Se agarró al cabecero de la cama y yo la empujaba una y otra vez, de forma cada vez más violenta. Era casi como una forma de castigarla, casi ancestral, por su mal comportamiento. Por haberse metido dónde no la llaman.
Al vencerla finalmente no sabría decir cual de los tres estaba más agotado. No había pasado ni una hora y parecía que lleváramos tres. Fue sin duda muy intenso en todos los sentidos posibles, algo que no se te va a olvidar en la vida.
Llegué a mi habitación, estaba sólo. Mis amigos debían estar cenando ya. Recuerdo la ducha como de euforia absoluta, aunque también estaba algo cansado.
Llegó el momento de las 12 uvas, o mejor dicho de las 12 pasas pues en ese país desconocían lo que era la uva. Tras las campanadas nos felicitamos el año nuevo y nos dimos nuestro segundo beso, que aunque se tiene un recuerdo grato, no tenía la magia del primer beso que es algo irrepetible. Este fue algo más protocolario, más rutinario. Fue una noche de mucho baile y mucho champán. Tras una tarde de intenso contacto con el género femenino, me apetecía estar con mis amigos y nos fuimos a dar un paseo nosotros solos. Habíamos bebido bastante más de la cuenta, tú ya me lo advertiste.
Y allí íbamos, vociferando y riéndonos a carcajada limpia, nos dejábamos llevar los unos a los otros, éramos una jauría de perros en unas calles vacías y silenciosas… ya no recuerdo más. A partir de aquí mis recuerdos se limitan a recobrar la conciencia a la hora de vomitar y poco más.
Desperté en la cama de mi habitación, desnudo pero tapado. La cabeza no me dolía pero me sentía algo mareado aunque para nada desorientado. Me levanté y al ver mi ropa por el suelo impregnada en vómito lo recordé todo. Miré mis manos y estaban llenas de pequeños cortes, sentía molestias en el costado. Se ve que mis amigos y yo habíamos tenido una noche intensa dándole patadas y puñetazos a cualquier cosa que hubiera por ahí. Al mirar mi móvil, había 2 perdidas tuyas. “Qué vergüenza, yo ya no tengo edad para esto” alcancé a pensar.
Era nuestro último día allí, no había tiempo siquiera de redimir los pecados. Como buena madre que eras supiste perdonar al que se sincera y además se siente arrepentido. Había que gozar hasta el último momento y tú y yo lo sabíamos, lo nuestro era imposible. Tú volverías con tu marido y yo estaría a bastantes kilómetros tuya. Lo hicimos sabiendo que aquella sería la última vez. La última vez de tu olor, la última vez de tus jadeos, la última vez de tu manera de moverte, de observar tu vaivén sensual. Fue algo maravilloso y muy triste a la vez. Al acabar, no hubo ni cigarro ni charla ni sueño, sólo alcanzamos a abrazarnos y llorar como niños.
La despedida final en el aeropuerto tampoco fue mucho menos traumática. Sabíamos que llegaría el último beso, ese que irremediablemente no quieres que termine jamás pero que también tiene su fin. Fueron tantos seguidos que no sabría recordar cual de ellos fue el último-último. No fui capaz de mirar atrás.
Al llegar de nuevo a mi ciudad, nada había cambiado. La familia, los amigos, el trabajo, la dificultad para encontrar a alguien a quien amar... Tenía la esperanza de que algo fuera diferente pero no. Y aquí sigo, rezando día tras día para que esta situación cambie. Al abrir la maleta, mi ropa aún seguía oliendo a ti.

-FIN-

martes, 13 de enero de 2009

0,52€



¿Hay algo más absurdo que un "Todo a 0,52 €"?
Sí, que siendo un chino esté cerrado.


Y a las masas enganchadas con el relato erótico paciencia, ya queda poco.

lunes, 5 de enero de 2009

¡Gran concurso! ¡Premio al regalo más absurdo!

Interrumpo la serie del relato erótico semibiográfico de Miguel para dar paso al concurso Yo recibí el regalo más absurdo del mundo.

Porque a todos sin excepción nos han regalado los Reyes alguna vez un objeto , utensilio o cacharro realmente absurdo, que no queríamos ni deseábamos ni pensamos utilizar... y este es el momento de hacerlo público.

Aunue aun estén sin determinar, considero que debería haber dos premios: un premio al regalo más absurdo recibido estas navidades, y otro al regalo más absurdo de años anteriores.

Yo abriría la lista de regalos absurdos con aquella vez que, con 20 años (no 10, ni 11, ni 12, sino 20) me regalaron 4 figurillas de jugadores del barça absolutamente horrendas, que no eran de colección, y que aunque lo fuesen no habría coleccionado. Eso fue un año después de recibir el cubilete y los dados de poker...sí, los Reyes de casa de mi tía son bastante monotemáticos.

En fin, ¿quién da más?

sábado, 3 de enero de 2009

ACTO II: LA IMPREVISIBILIDAD DE LOS ACONTECIMIENTOS.

Se te hace bastante raro pasar un fin de año en camiseta corta y pasando calor. Esto mismo pensaba yo mientras miraba la playa desde el balcón de mi habitación del hotel. Era 31 de Diciembre, y mis amigos y yo pasábamos la última tarde del año haciendo un poco de tiempo antes de empezar a arreglarnos para la fiesta. Ellos seguían absortos, mirando aquel partido irrelevante del Calcio por la RAI, uno de los pocos canales europeos que podían sintonizarse allí.
En ese momento sonó la puerta y uno de mis amigos se acercó a abrir. Eras tú por supuesto, aún puedo recordar vividamente aquel pareo que dejaba entrever tu figura. Venías dando masajes gratis, “se la ve venir” pensaba yo para mis adentros, aunque siempre te queda esa duda de si realmente son así o es que están locas porque le digas algo, ese eterno miedo al fracaso, al ridículo, que tan nervioso me ponía en aquella situación.
Ni que decir tiene que mis amigos se compincharon para que fuera a mi al que me diera el primer masaje. Al principio estaba muy nervioso, y luego casi me quedo dormido. Sus dedos se paseaban por mi espalda con tanta delicadeza, casi con tanto cariño, que me daban ganas de volverme y abrazarla con todo mi cuerpo. Pero claro, con toda la tropa delante no quedaba sino hacerse el macho y aguantar. Tampoco me hubiese atrevido de igual modo.
-Chicos, se me hace tarde. Nos tenemos que empezar a arreglar para la fiesta del fin de año, ¡ahora nos vemos!
Y se fue para su habitación. Qué tonto había sido, no podía seguir desperdiciando aquellas “potenciales oportunidades” que me brindaba la providencia, y decidí, por primera vez en todo este tiempo, dejar de mirar la vida pasar y actuar a mi modo sin pensar en las consecuencias; esto no iba a quedar así.
Me vestí rápido y me fui para la 504. Tengo que confesar que vacilé un instante antes de llamar a la puerta, me armé de valor y la golpeé con decisión. Y justo en ese momento me di cuenta que no había planificado que le iba a decir ni como actuar. “Mejor, es precisamente lo que necesito”.
-¿Quién es? (menos mal que contestaba ella)
-El Cordobés (allí no existían los nombres propios)
-Pero, ¿vienes sólo? (me gustaba la pregunta)
-Sí, vengo yo sólo
En ese momento se abrió la puerta, en la vida se me va a olvidar aquel cuerpecillo de apenas uno sesenta en ropa interior y sonriéndome.
-Es queee, aún nos estamos arreglando, mis amigas se están duch…
No hizo falta decir más, me quedé mirándola fijamente y nos besamos, lo recuerdo como algo tan intenso que no sabía bien si me gustaba o en el fondo me repugnaba, asquerosamente delicioso se podría decir. La cogí en brazos y me la llevé a su habitación, ya no era tiempo de ponerse a vacilar. Ella me quitó la ropa, nos abrazamos y nos tiramos en la cama, hasta ella misma fue la que me puso el preservativo, en un gesto casi maternal, se podría decir. Lo que más me ponía era besarla en el cuello y las orejas y oírla jadear tiempo después. El sexo también es bastante parecido a besarse, aunque de una mayor intensidad, mucho más asquerosamente delicioso que un beso. Es algo precioso pero animalesco (que dirían los italianos) en cierto modo, salvaje. Dos cuerpos el uno contra el otro, una y otra y otra vez, jadeando, gritando, derramándose.
Tras la tempestad siempre llega la calma, es el momento en que no se piensa en nada y pocas ganas tienes de hacer otra cosa que no sea dormir. En ese momento, me vino a la mente aquella "apuesta" que hicimos mis amigos y yo de llevarse a la cama a alguien antes de que acabara el año. Recuerdo que ni siquiera me planteé el objetivo de lograrla, parece ser que cuando menos te importa un objetivo más sobrado vas y más posiblidades tienes de lograrlo, ironías del destino. En estas andaba yo cavilando cuando una de sus compañeras de habitación entró completamente desnuda en nuestro cuarto. No, no era una equivocación, era imposible que no nos hubiera estado oyendo, juraría que todo el hotel lo había hecho. Sin mediar palabra, se tumbó entre nosotros y se empezó a besar con ella. “La típica culo veo culo quiero” pensé yo nada más conocerla haría unos días, y que poco me equivoqué.