Lo confieso. Me gustan varias (bastantes) series de TV que van de... de nada en concreto. Series en las que los protagonistas hablan. Y son gente relativamente normal (aunque siempre acaban teniendo una vida más bien interesante, o no habría serie, claro). En menos de 16 horas casi he visto la primera temporada de Cómo conocí a vuestra madre, serie que al 90% de los que podáis leer este blog debería aburriros soberanamente.
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Y, qué diablos, también confieso públicamente que me parto el pecho viendo Seinfeld y que con el capítulo del Sopero Nazi me estuve riendo media tarde.
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Y, qué diablos, también confieso públicamente que me parto el pecho viendo Seinfeld y que con el capítulo del Sopero Nazi me estuve riendo media tarde.